CORONACIÓN CANÓNICA DE LA VICTORIA

 

 

    La Santa Madre Iglesia no ha dudado en afirmar repetidamente la legitimidad del culto tributado a las imágenes de Cristo, de su Madre y de los santos y con frecuencia ha orientado a los fieles sobre el significado de este culto.

 

    La veneración de las imágenes de santa María virgen frecuentemente se manifiesta adornando su cabeza con una corona real. Los Romanos Pontífices no sólo secundaron esta forma de piedad popular, sino que, además, personalmente o por medio de Obispos por ellos delegados, coronaron imágenes de la virgen Madre de Dios ya insignes por la veneración pública. Y, al generalizarse esta costumbre, se fue organizando el rito por la coronación de las imágenes de santa María Virgen incorporado a la Liturgia romana en el siglo XIX.

 

    Corresponde al Obispo de la Diócesis, consultados los organismos diocesanos y locales pertinentes, juzgar sobre la oportunidad de coronar una imagen de la Santísima Virgen, teniendo en cuenta la devoción popular que suscita y el cultivo del genuino culto litúrgico y el apostolado cristiano, y no cabe duda que María Santísima de la Victoria reúne todas estas condiciones y más.

 

    La antigüedad de la confesión por parte de la comunidad cristiana de la realeza de María se remonta a la primitiva comunidad y se ve plasmada ya en la iconografía del paleocristianismo: corona e insignias reales, corte de ángeles y santos, e incluso coronación por Jesucristo de su Madre, como el magnífico cuadro de El Greco.

 

 

    María, totalmente glorificada por su Asunción en cuerpo y alama a los cielos, es Reina por ser Madre de Dios y Rey mesiánico, por ser corredentora, por ser perfecta discípula de Cristo e imagen y tipo de la Iglesia.

 

    El rito de la coronación fue conformado en el siglo XVII para las imágenes que eran coronadas en nombre del Cabildo Vaticano, Santa María la Mayor de Roma y la Virgen de Oropa, en 1620, fueron las primeras imágenes coronadas canónicamente.

 

    En el siglo XIX se extendió a toda la Iglesia, terminando por incorporarse al Pontifical romano, para imágenes de gran devoción. De esta manera en España, la catalana Virgen de Montserrat fue la primera en recibir la coronación canónica en 1881, y, en Andalucía, fue la sevillana Virgen de los Reyes en 1904, con posterioridad, lo sería la Virgen de la Cabeza de Andújar, coronada la primitiva imagen en 1909 y en 1960 la actual. En 1913 fue coronada la Virgen de las Angustias, patrona de Granada y más tarde en 1919, nuestra Virgen del Rocío y, en 1929, la Virgen de la Antigua de la Catedral de Sevilla.

 

    Le seguirían muchas más en nuestra tierra hasta llegar al cinco de Mayo del 2012, fecha que quedará grabada en el corazón del barrio del Polvorín, barrio Obrero y Matadero, para siempre, de la que ella ya era Reina y Madre. Para los cofrades de Huelva lo mismos, siempre tendremos dividido el corazón, pero siempre nos sobrará amor para todas las advocaciones de nuestra Semana Santa.

 

    En lo que a mí me toca si la Esperanza en San Francisco fue la catequista de mi niñez, Ntra. Sra. del la Victoria, la Reina del Polvorín, lo fue de mi adolescencia, cuando con doce años tuvimos que dejar con dolor nuestra casa del diablo, en la calle Palos,  para trasladarnos a la Huerta Mena.

 

    Hace unos años escribí este poema y he querido dejarlo tal cual, porque creo que fue premonitorio:

 

No quiero forzar a nadie,

que sea cuando a Dios le plazca,

pero yo quisiera verte

con tus sienes coronadas.

 

Lo pide así Huelva entera,

tus hijos así lo demandan

y tu siempre silenciosa,

derramas por donde pasas

esa tu Humildad callada.

 

Tu palio parece  barca

que con sus velas avanza,

en las marismas del cielo

donde tu puerto descansa.

No se te mueve un varal,

no se te cae una lágrima,

no se mueve ni una flor

en tus jarrones de plata.

 

Blanca flor de mi suspiro,

oración enamorada,

azul de los cielos limpios

bordados con oro fino.

 

Bajas por el Barrio Obrero

hacia Huelva que te espera,

los naranjos se te inclinan

y las flores no se acercan

celosas de tu belleza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Foto: José Ángel Márquez Torres.

Las Hermanas de la cruz

te cantarán con sus voces

y pedirán en silencio

por los pobres que socorren.

 

Al llegar al Matadero

cuando vuelves a tu casa,

se derraman los amores

y se secan las gargantas,

de tanto decirte ole.

 

Me gusta cuando tus lágrimas

crean a tu paso un río,

donde naufragan mis penas

y rema tu poderío.

 

No quiero forzar a nadie,

que sea cuando a Dios le plazca,

pero yo quisiera  verte

con tus sienes coronadas.

 

Él te coronó de gloria

cuando te eligió por Madre,

y te dijo Dios te Salve.

 

Que Dios te Salve, Señora.

Que Dios te Salve, Victoria.

 

 

TomásGarcía Torres.

DirectorEspiritual.